Le deseaba
tanto como le odiaba; era algo que tenía que reconocer, muy a su pesar, cada
vez que se quedaba a solas con sus recuerdos. Y como si fuera necesario, se
excusaba ante sí misma pensando que no tenía nada que ver con ella, que era
cosa de su cuerpo. Por eso cuando sintió su presencia cálida y varonil tras de
ella supo que no sabría ni querría resistirse. Podía odiarle durante la
vigilia, pero en ese sueño, frente al enorme espejo que desde aquella noche se
le aparecía con frecuencia, decidió que sería suya. El azogue perdió al momento
su maléfico poder y se convirtió exclusivamente en el voluptuoso y sensual
reflejo del encuentro.
Entregarse
a su amante fue como volver a casa, como encontrar el molde del que había
salido su propio cuerpo. Retornaron sin tregua las caricias que conocían con
precisión los resortes de su placer y los besos que encendían su deseo hasta el
incendio. Las manos de Tonio, grandes y fuertes, se volvían deliciosamente
delicadas y sabias cuando de complacerla se trataba; la intuición que las
guiaba era pura seducción. Ella no podía sino dejarse llevar y adornar el aire
con guirnaldas de gemidos crecientes. La escena era muy vívida, real hasta lo
imposible, e incluso pudo sentir en sus nalgas el frío de la encimera donde Tonio
la sentó para colocarse entre sus muslos. Estuvo a punto de despertar de la
impresión, pero se aferró al sueño igual que a la cintura del traidor. ¿Traidor? Esa palabra la sacudió desde
su subconsciente como una bofetada y la hizo recordar de repente lo que el
espejo significaba y la escena que tuvo lugar delante de él aquella maldita
noche. Todo había cambiado en un instante y ahora deseaba despertar con todas
sus fuerzas, salir de aquel recuerdo y de la angustia que le producía, pero,
por suerte o por desgracia, no sería antes de sentirse plenamente satisfecha. Había
consumado su amor una vez más.
Con
jirones de excitación aún prendidos de su cuerpo y entre sábanas empapadas, volvió
a la realidad. En la confusión de los primeros instantes incluso creyó poder
percibir el olor de Tonio impregnando con celo su piel, pero no podía ser, eso
pertenecía al pasado. Sacudió la cabeza y se supo enfadada, no sabía
exactamente con quién o por qué, pero ahora no tenía tiempo de pensar.
Se
recompuso anímicamente, se levantó y se preparó para salir. Después de mucho
insistirle al fin había accedido a ver a Marcos.
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Solo
habían pasado unos meses pero su rostro había cambiado sustancialmente. Tenía
los pómulos más salientes y el pelo, siempre engominado y peinado hacia atrás
desde que ella le conociera, caía ahora ondulado en un flequillo que tenía algo
de rebelde. Seguía siendo muy atractivo, no obstante.
Ella, a
pesar de su avanzado estado de gestación, lucía radiante. No parecía que los
muchos disgustos y contrariedades que había experimentado en los últimos
tiempos le hubiesen pasado factura. Los rasgos, más redondeados y dulces de lo
que Marcos recordaba, le aniñaban la cara. Solo el ceño ligeramente fruncido y
la perspicacia de su mirada verde hablaban de su madurez y de su lucha para
salir adelante.
Se
saludaron con algo de frialdad, nerviosos, y se sentaron en una mesa discreta
junto al ventanal. Malena había dejado claro que no quería saber nada de Tonio,
así que Marcos comenzó hablando de generalidades e interesándose por su
embarazo y por su estado de ánimo. Malena se relajó contándole acerca de su
experiencia como futura madre y de sus descubrimientos diarios acerca de esa
vida que crecía dentro de ella; le había cambiado la expresión de la cara, no
había más que esperanza y ternura. Su antiguo socio la miraba sonriendo porque
adivinaba en la ilusión de sus palabras que ese niño nacería sintiéndose muy
querido.
Al cabo de
un rato de amigable conversación pareció que Malena erguía de repente la
espalda y levantaba de nuevo la guardia. Daba por terminada la “reunión social”
y pasaba a los asuntos importantes. Sacó un abultado sobre de su bolso y lo
depositó sobre la mesa. Ante la extrañeza de Marcos aclaró que no quería más
sobres con dinero en su buzón, que ella se apañaría sola y que nada que viniera
de Tonio le interesaba. Había pronunciado su nombre al fin, después de mucho
tiempo se oyó decirlo en voz alta y un torrente de emociones contrapuestas
hirieron su pecho. Le molestó tener aquella sensación donde mismo habitaba el corazón
que ella creía definitivamente cerrado al traidor.
Tampoco en eso tenía tiempo de pensar ahora.
Marcos,
asombrado, se vio en la obligación de prometerle por lo más sagrado que había
respetado sus deseos y que jamás le había hecho llegar dinero. ¿Quién entonces?
Es la pregunta cuya respuesta desconocían los dos. Malena se limitó a guardar
nuevamente el sobre; confiaba en su palabra.
Aún
quedaba otro misterio por resolver y Marcos sintió que era ahora o nunca el momento
de comentarlo con la joven; para eso había ido allí después de todo. El caso
era que alguien tenía que haber movido algunos hilos y tocado los resortes
convenientes porque, inexplicablemente, un abogado que no conocían había
presentado un recurso y había conseguido que revisaran la condena de Tonio. Todo
había sido muy rápido, no conocían más detalles. Mañana mismo estaría libre de
prisión.
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Jonás
apuraba satisfecho su copa mientras encendía otro cigarro y escuchaba paciente
las explicaciones del abogado. Las volutas de humo conquistaban ingrávidas la
lujosa lámpara de araña que pendía sobre su cabeza. Un buen dinero le había
costado, entre honorarios y sobornos, tener a su disposición la pericia de
aquel remilgado hombrecillo, pero el caso es que había conseguido los
resultados esperados. Estaba hecho.
Al fin y
al cabo él siempre había sido un hombre de acción y no iba a conformarse ahora
con ser mero espectador de los avatares de su hijo y su futuro nieto.
Julia C.
Para leer la continuación, pincha aquí
Código 1602166597579
Fecha 16-feb-2016 18:11 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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