From: Hell Dolly
Sent: Tuesday, November 8, 2016, 20:45
To: J. Honest
Subject: Tu corazón, mi
corazón, su pequeño corazón…
No
imaginas de qué modo me acarician y consuelan tus palabras…
Supongo
que la constancia y la fe siempre tienen su recompensa, y yo al fin estoy cobrándome
la mía. Aquí sentada observo mis manos caídas sobre el regazo y no puedo evitar
pensar que nunca he tenido de ti otra cosa que cartas, promesas y las terribles
heridas inflingidas por el ser que me enviaste para hacerme una madre digna de
tu vástago. Para la mayoría de las mujeres no habría sido suficiente, no habría
bastado para confiar, creer y obedecer. Pero yo no soy como las demás y quería
demostrártelo. Ahora por fin lo has comprendido y siento que tu negro corazón
es también un poco mío.
Te dije en mi primera carta que no quería que
me amases, pero no era cierto; lo deseaba desesperadamente desde el principio,
aunque me equivocara en la forma de abordarte. Por eso peleé hasta lograr el
modo de comunicarme contigo, por eso hice lo que tenía que hacer y eliminé
cuantos estorbos se interpusieron hasta lograr trabajar dentro de la misma
prisión que vela tu sueño cada noche. No, no temas, no nos hemos visto nunca;
desgraciadamente no logré escalar todos los peldaños que habían de llevarme a
tu presencia.
Los
dos tenemos nuestros secretos y quizás éste sea el momento de confesar que yo
he ayudado a preparar tu comida en los dos últimos años; en realidad la tuya,
la de los demás presos y la de los guardianes. No imaginas cuánta dedicación y
cariño he puesto en ello, cuánto me he esmerado aunque tú no hayas podido
percibirlo. Habría de importarme muy poco ese detalle porque el verdadero amor
es desinteresado y todo lo hacía por ti.
Conozco
a los guardias, sé sus nombres, les he servido el almuerzo y he oído sus
historias; hasta he soportado sus odiosos coqueteos, todo para ver si dejaban
caer alguna migaja que calmara mi más profundo anhelo y me hablaban de ti. Si
alguna vez sucedió, ya hace que todo haya valido la pena. Ahora podrás comprender
lo fácil que me ha sido envenenar a Carl después de obtener de él lo que
queríamos.
Se
extrañó un poco cuando lo abordé en plena calle y le mostré que no había más
ropa que mostrar bajo mi abrigo, pero la adulación convierte en estúpidos a los
hombres corrientes. Quizás pensó que al fin había sucumbido a sus torpes
atenciones; ni siquiera tuve que mencionar a Fritz. Era rudo, como tú decías, y
me hizo mucho daño, pero para ser sincera a mí lo que de verdad me hería es que
no fueras tú el que me poseía. Espero que al menos una chispa de celos prenda
en tu corazón; lo merezco.
Ahora
todo eso ha quedado atrás. Ahora lo único que importa es que tu hijo crece
rápido dentro de mí y puedo sentir que es fuerte, poderoso, que está
impaciente.
Te
adjunto una ecografía con el “supuesto” tumor que invade la mayor parte de mi
útero. Es el diagnóstico que me han dado los médicos porque no hay test ni
prueba que pueda catalogar a tu heredero en este mundo de humanos. Dicen que no
hay una criatura viva dentro de mí, solo una masa de células que crece
descontrolada y apresuradamente. Ya ves, no pude evitar soltar una carcajada
cuando me dijeron que era probable que no me quedara mucho de vida. Qué sabrán
ellos…
He
de dejar de escribir, los calambres del vientre no me dan tregua y las heridas
de mi piel se abren ahora espontáneamente cada vez que él se siente contento.
Comprenderás que se me hace muy difícil. Creo que sabe que estoy hablando
contigo y quiere saludarte, aunque me mate de paso en su inocente juego
infantil… Pronto acudiré a la cita que me propones y estaremos juntos, es todo
lo que importa.
Tuya
y del destino que has tejido para mí,
Dolly.
Para leer la continuación en el blog de Edgar K. Yera pincha Aquí
Código 1509305262926
Fecha 30-sep-2015 9:55 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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