Este relato es la segunda parte del trabajo a dos manos efectuado junto con Francisco Moroz para el concurso del Círculo de Escritores "Relatos a Dúo II".
Para leer la primera parte pinchad Aquí
El telón de la censura había caído al fin y el opresor,
apenas cuerdo, estaba fuera de combate; ya nada les estaba prohibido en el
mundo oscuro de los personajes que bailan sobre la cuerda floja de la realidad
posible.
No era un proceso indoloro pasar del limbo de lo
imaginado a la realidad, y en un mar de espasmos y humaredas verdinegras, uno a
uno fueron tomando cuerpo en la habitación. Era lo más parecido a un parto de
espectros abriéndose paso a la vida corpórea.
Eran exactamente trece. Así lo estipulaba el conjuro que
su ex editor había puesto en marcha. En una noche de borrachera y amargamente
despechado porque su mejor cliente había decidido rescindir el contrato, hizo
el encargo que habría de lamentar para siempre. Tal vez si aquella mujer no
hubiera sido más que una charlatana cualquiera... Pero no lo era, y al comenzar
la obra con el número de la mala suerte universal, se desataron sus poderes: él
sufriría las consecuencias de haber sido desleal y aquella obra nunca vería la
luz. Su carrera de escritor estaría definitivamente finiquitada.
Los demacrados y contusos personajes procedían de
historias dispares, de argumentos ubicados en diferentes momentos cronológicos,
poseían personalidades y manías incompatibles. Pero allí estaban, y no sabían
hacer nada más que protagonizar.
Inesperadamente el texto iba escribiéndose en la blanca
pantalla sin dedos que rozaran el teclado. Y conforme ellos discutían
acaloradamente sobre el curso que debía seguir la historia, según sus
pretensiones individuales de destacar sobre los otros, se fraguaba una trama
disparatada pero también sublime.
A la mañana siguiente encontraron el cuerpo y restos de
una presencia sobrenatural que nadie supo explicar. El caso es que pasó a ser
el autor más vendido de todos los tiempos con aquella su obra número trece...
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