Se levantó al baño en
mitad de la noche, como tantas veces. El reloj de la encimera de mármol marcaba
las 3:33. Alivió su vejiga y volvió a la cama. Se durmió en seguida.
La segunda vez se
resistió cuanto pudo, pero el exceso de vino de la cena pedía paso. Era el
precio de una celebración por todo lo alto. Volvió al baño y de nuevo el reloj
marcaba las 3:33. Qué raro, el segundero parpadeaba como si funcionara
correctamente. Dudó unos instantes, quizás había soñado que se levantó la vez
anterior. Daba igual, le dolía la cabeza por la resaca y no tenía ganas de
pensar. Regresó al dormitorio.
Cuando un extraño
susurro le despertó por tercera vez aquella noche maldijo para sí todo el
alcohol que había ingerido. Abrió los ojos y casi se le para el corazón: la luz
azulada del amplificador wifi recortaba a contraluz una figura apenas humana en
el dintel de la puerta. Con ansiedad desatada, aún sumido en la semioscuridad,
volvió la cabeza hacia el despertador fosforescente de su mesilla. Eran las
3:33.
“No más retrasos, es
la hora”.
Julia C.
Código 1510215583940
Fecha 21-oct-2015 17:00 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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