Le hablaba mirándole a los ojos fijamente. Quería
estar segura de que no había confusiones.
─No pretendas hacerme creer que me quieres, yo paso de
esas estupideces. Además no hace falta, sé que solo me deseas. Yo a ti tampoco
te quiero, que te quede claro. Pero te necesito. ¿Hay trato?
Malena estaba acostumbrada a hacer transacciones con
su cuerpo como moneda de cambio. Ella no pensaba que tuviera otra cosa que
ofrecer cuando quería algo, y si no hubiese sido porque realmente tenía talento
para el engaño y el arte de sobrevivir, sin duda habría acabado siendo una
prostituta más del montón.
Hubo trato, por supuesto que lo hubo, y se dejó besar
y acariciar bajo la falda por aquel bruto que no tenía ni la más mínima idea de
cómo complacer a una mujer. Ni era la primera vez ni fue para tanto: la suerte
estaba de su lado y él terminó en un santiamén. Apenas pudo escuchar dos
canciones completas en su ipod nuevo y cuando se quitó los auriculares de los
oídos, con la espalda apoyada contra la sucia pared y las bragas por los
tobillos, no pudo evitar sentir una pizca de compasión por él.
En el fondo Saúl no era mal tipo, solo un poco “lento
de pensamiento”, como eufemísticamente decía su madre. Eso le convertía en una
masa de músculo fácilmente manipulable que no tenía más empeño que cumplir lo
mejor posible las órdenes de su jefe, Tonio. No se cuestionaba nada y no hacía
preguntas, solo quería su sueldo a final de mes y una palmadita en la espalda
de vez en cuando. Sin duda había sido un buen fichaje para la banda. Malena le
conocía del barrio de toda la vida, no como a Tonio, que había empezado a
formar parte de su vida mucho después y de forma muy diferente.
La chica trabajaba sola hacía tiempo; ya se había cansado
de que tipos con menos cerebro que ella trataran de gobernarla, aunque
puntualmente buscaba socios para sus trapicheos, timos y chanchullos. En esta
ocasión su compinche no había resultado ser trigo limpio y necesitaba enviarle
un aviso envuelto en un poco de fuerza bruta. Era un trabajo perfecto para Saúl.
─Solo tienes que asustarle, ¿de acuerdo? ─le explicaba
al hombretón mientras se recomponía la ropa y buscaba en su bolso un papelito
con la dirección─ Me debe dinero y cree que puede dejar de pagarme porque no
soy un tío, pero se equivoca ─el brillo de sus ojos reflejaba verdadera furia.
La habían herido en su orgullo y eso era mal asunto tratándose de Malena─.
─¿Y Tonio? Si se entera de que hago trabajos para ti...
Además ese tipo es su colega en un “business”
─No es preciso que se entere. Además el trabajo solo
te va a llevar un rato, te lo prometo ─dijo tratando de acallar sus débiles
protestas en un tono de voz inesperadamente mimoso─. Tu jefe a sus asuntos y yo
a los míos; no querrás que el pavo éste se vaya de rositas después de lo que me
ha hecho, por muy colega de Tonio que sea, ¿verdad?
Lo cierto es que Malena no le tenía ningún miedo a
Tonio. Sabía de sobra que seguía siendo su debilidad y que por muy duro que se
mostrara con sus hombres, bastaba que ella hiciera aletear las pestañas de sus
inmensos ojos verdes para desarmarlo. Si se enteraba y se enfadaba, ella lo
arreglaría como lo había hecho siempre, ofreciéndole por un rato aquel cuerpazo
de infarto y la ilusión de que volvía a ser suya.
Suerte que ya había aprendido cómo mantener a salvo su
corazón.
Julia C.
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Código 1511265867899
Fecha 26-nov-2015 11:11 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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