“El
universitario” y “la Malena”, como todos les llamaban por aquellos lares,
hacían una buena pareja. No solo eran amantes, sino también unos estupendos
cómplices en los negocios. El aportaba al tándem su innato aire de autoridad,
sus conocimientos y su olfato para saber de dónde se podían sacar sustanciosas
tajadas sin muchos riesgos con la ley y ella, por su parte, era el hermosísimo
y sagaz halcón que vigilaba sus espaldas. Tonio, lejos de mantener a Malena al
margen de sus actividades, contaba siempre con su opinión y beneplácito. La
respetaba por su evidente inteligencia y la deseaba desesperadamente por su
tentador cuerpo.
A algunos
de sus colegas nunca les hubiera parecido bien ver implicada a una mujer en
asuntos de hombres, pero no les quedó más remedio que cambiar de opinión porque
la mujer en cuestión era Malena. Su enigmática sonrisa y el dulce perfume que
desprendía su sinuoso caminar podían terminar con las reticencias de
cualquiera. Además, la chica había demostrado en más de una ocasión que tenía
la cabeza bien amueblada y que era capaz de estar a la altura si la situación
lo requería. Si a Tonio le parecía bien que ella estuviera al cabo de todo, a
ellos también.
Por aquel
entonces la pareja ya había dejado su primer apartamento y se había mudado a
otro mejor situado y más espacioso. Ya no tenían que dormir donde mismo comían
y hacían la vida; ahora contaban con un salón, dos dormitorios, una cocina, un
espacioso baño bastante decente y hasta un pequeño despacho. Era la muestra
evidente de su creciente prosperidad.
No era
casualidad que el piso elegido tuviera dos dormitorios. Tonio puso mucho empeño
en ello porque estaba deseando tener un hijo con Malena. Aunque echaba de menos
a sus padres, lo cierto es que jamás intentó retomar el contacto con ellos; y con
esa espinita clavada pensaba, en su fuero interno, que si creaba su propia
familia, ya les habría demostrado con creces que estaban equivocados en todo. Sin
duda él sabría hacerlo mejor como padre y estaba deseando ponerse manos a la obra.
Malena en
cambio, que a esas alturas era ya una mujer hecha y derecha, madura
psicológicamente por necesidad y rotunda en sus formas por gracia de la
Naturaleza, tenía clarísimo que nunca traería un hijo al mundo. Ella había
salido adelante arañando y pataleando, pero nunca pondría a prueba ni sometería
a semejantes esfuerzos a sus propios hijos. No, ella nunca tendría
descendencia. ¿Por qué no podía Tonio conformarse con haber conquistado su amor
sin reservas y disfrutar de lo que habían conseguido juntos?
Todo
transcurría como la seda en la pareja hasta que salía el tema, un verdadero
escollo insalvable que no admitía medias tintas y que conforme pasaba el tiempo
era más difícil de soslayar, produciendo impaciencia en uno e irritación en la
otra.
Conforme
el mundo de Malena y Tonio se iba ampliando en todos los sentidos, nuevas
personas entraron a formar parte de sus vidas. Y un lugar privilegiado lo ocuparon
Gloria y Marcos.
Cuando se
conocieron la pareja de hermanos estaba a punto de cerrar el bar que regentaban
por problemas económicos. Tonio vio la oportunidad de ayudarles y beneficiarse
a un tiempo y no lo pensó. Les prestó dinero para sanear sus cuentas,
remodelaron el local para darle un aire nuevo y se convirtió en su proveedor de
bebidas alcohólicas conseguidas a bajo precio. Era su socio en las ganancias y
además se reservaba el derecho de usar el garito para ciertas actividades,
quizás no legales, pero sí muy lucrativas. Todos contentos.
Lo cierto
es que hubo buen entendimiento desde el principio y llegaron a convertirse en
verdaderos amigos además de socios. Solo había un pequeño asunto que enturbiaba
ligeramente la situación, y es que Gloria, por más que temiera a Malena, no
pudo evitar enamorarse perdidamente de Tonio.
Marcos advirtió a su hermana claramente del peligro de
aquel “encaprichamiento”, como él lo llamaba, pero el corazón de Gloria, por
largo tiempo en sequía tras su temprana viudez, ya había sucumbido a los
modales dulces y considerados del joven, a sus miradas color cielo y a su
atlético caminar. No había consejo, por sensato que fuera, que pudiese borrar
ni la atracción por Tonio y ni el odio creciente por Malena.
~~~~~~~~~~~~~
Llovía a cántaros aquella noche. El limpiaparabrisas del
coche batía con furia sobre el cristal, igual que su corazón dentro del pecho.
Tras la discusión con Malena había salido a conducir un rato para calmarse,
pero lo cierto es que su malestar y su ansiedad iban en aumento.
Tonio no comprendía por qué era tan tozuda aquella mujer,
por qué no quería traer a este mundo a una criatura que fuera de ambos, fruto
del amor que se tenían, y al que querrían y cuidarían como nadie había sido
capaz de hacerlo con ellos. Durante un tiempo había albergado la esperanza de
que terminaría por cambiar de opinión, pero ahora estaba convencido de que
nadie la persuadiría, y eso le desesperaba y le enfurecía.
Casi sin darse cuenta, sumido por completo en sus
pensamientos y bien entrada ya la madrugada, estacionó el coche frente al
“Luminous”. La costumbre de vigilar sus intereses, supuso. Ya estaba cerrado,
pero se filtraban líneas de luz por las rendijas de la persiana echada; decidió
entrar por la puerta lateral que daba al callejón con su propia llave.
Encontró a Gloria rodeada de papeles, sentada en una mesa
al fondo. Le pareció muy bonita bajo aquella luz, como si la viera por primera
vez. Una desordenada y abundante cascada de cabello rubio le enmarcaba la cara
y caía sobre sus hombros desnudos bien torneados. No se sobresaltó al verle,
hacía falta mucho más que una visita inesperada para sobresaltarla, sino que le
recibió con su felina sonrisa y un gracioso mohín de la nariz.
Gloria no hizo preguntas, no quería saber a qué debía su
suerte. Lo único que le importaba es que Tonio estaba allí, con ella, y que
estaban a solas. Estrenaron una botella de whisky que no tardó en estar medio
vacía y charlaron amigablemente durante un buen rato; siempre había temas que
tratar cuando se compartían negocios. Pero conforme el alcohol se mezclaba con
la madrugada y extendía un velo de permisividad en sus mentes, fue inevitable
entrar en temas más personales; las mutuas confidencias adquirieron un tinte
bastante más íntimo. Estaban achispados, ambos cargaban pesar en sus corazones
y en un descuido en que faltaron las palabras, comenzaron a hablar los cuerpos.
No puede decirse que fuera un acto de amor, no al menos por
parte de Tonio, pero sí que fue balsámico para sus heridas. Los tímidos besos
se convirtieron en torrente y tras ellos volaron las manos, ansiando calidez y
acogimiento. La ropa se convirtió en un estorbo que había que superar y las
pieles, envueltas en las sombras que proporcionaba la luz artificial, se
fundieron en un jadeo compartido. Fue un sexo a ratos tierno y a ratos
apasionado.
También fue un tremendo error para uno de ellos.
Julia C.
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Código 1512156034154
Fecha 15-dic-2015 17:10 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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