La imagen
que el gran espejo biselado del baño le devolvía se tornó de repente borrosa,
distorsionada; Malena se miraba con terca insistencia y no se reconocía.
Sin
embargo el espejo seguía siendo el mismo, como comprendió después. Estaba
intacto y ella continuaba vestida de fiesta, con el rouge de labios aún en la
mano y los zapatos de tacón a un lado, junto a ella; se había descalzado para
descansar los pies. Todo seguía igual que antes de oír aquella frase en boca de
Gloria y sin embargo todo le parecía distinto. Si no estaba soñando aquella
distorsión de la imagen solo podía provenir de una percepción errónea. Tal era
el vértigo que la dominaba.
Lo cierto
es que momentáneamente se había desdibujado, había perdido la nitidez de los
contornos y había dejado de habitar su confortable vida de halagüeño futuro; volvió
a ser la chica de barrio huérfana a la que su propia familia echó a la calle
sin contemplaciones para que se buscase la vida. Aquel dolor insoportable, la
sensación de indefensión y traición, el peso de la incertidumbre aplastándole
sin piedad los hombros… todo volvió a ella hecho presente. También la necesidad
de sobrevivir a toda costa.
Pasó un
tiempo hasta que consiguió reaccionar y enfocar de nuevo la imagen, pero no
sabía cuánto. En la espiral vertiginosa de sentimientos en la que se encontraba
sumida no había más forma de medir las cosas que en unidades de odio. Ni tiempo
ni espacio, solo odio y una inmensa decepción para cada recuerdo de su vida relacionado
con Tonio. Tenía que hacer algo para tratar de mitigar aquel desgarro que
sentía en las entrañas y tuvo claro que no le faltaría el valor.
~~~~~~~~~~~~~
Gloria
estaba confusa. La acechaba a una distancia prudente esperando comprobar que tenía
la expresión demudada, que había llorado, que su impecable belleza se había
quebrado por el dolor, que sufría como ella había sufrido; pero nada de eso
pudo ver en el rostro ni en los ademanes de Malena. De hecho lucía fresca y
radiante a pesar de ser ya de madrugada, sonreía a todos con coquetería y
desparpajo exactamente igual que antes del encuentro.
No daba
crédito, era imposible que sus palabras no le hubieran afectado en nada. Aquella
zorra del demonio le estaba robando también su merecida sensación de triunfo y
ahora era ella la que palidecía presa de amargas emociones. Ni la cálida música
ambiente conseguía amansar a la fiera iracunda que devoraba su corazón.
Marcos
estuvo inquieto toda la noche; tenía la sensación de que el Luminous era un
campo sembrado de minas que en cualquier momento podían detonarse y no era ése
el tipo de fuegos de artificio que les convenía a ninguno de ellos. Atendió con
diligencia sus quehaceres y, tanto en cuanto pudo, procuró no perder de vista ni
a su hermana ni a Malena. Las observaba revolotear por el club y trataba de
leer en sus rostros; todo parecía ir bien hasta ese preciso momento.
Se acercó
preocupado a Gloria en cuanto pudo, rezando para que no fuera demasiado tarde.
La tomó de los hombros y la volvió con suavidad hacia sí, quedando las miradas
de los hermanos enfrentadas. No hizo falta que le preguntara nada: ella,
temblando de pies a cabeza, se confesó con palabras atropelladas. Ambos se
quedaron en silencio un instante y después se volvieron para mirar a la
resplandeciente Malena, que más parecía una sirena que hubiera aprendido a
caminar que una mujer. Marcos conocía la historia y conocía a Malena; la certeza
de que algo terrible iba a suceder se le ancló al estómago con fuerza.
Y así fue.
Apenas unos minutos más tarde los coches de policía aparcaban frente a la
puerta del club con sigilo, procurando no advertir de su presencia. Era una
redada en toda regla y estaba bien organizada: para cuando quisieron darse
cuenta era ya inevitable que sorprendieran a Tonio y a sus invitados en plena
partida. Los agentes no dudaron en ningún momento; se dirigieron al reservado
donde estaba teniendo lugar la timba de cartas con tanta diligencia que resultó
obvio que alguien les había denunciado y les había facilitado todos los
detalles.
Malena se
limitó a observar desde lejos, con la mirada convertida en hielo, cómo
esposaban a Tonio y a los otros para llevárselos. No hubo ocasión para
despedidas ni ella las quería; no hubo una sola palabra entre ellos, solo prisas y sorpresa.
Giró sobre
sus talones y les dio la espalda a todos y a todo; así era como terminaba una etapa de su vida.
En la confusión del momento nadie la vio alejarse
con paso seguro calle abajo mientras acariciaba su vientre. Ella quedaba libre,
ése era el trato.
Julia C.
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Código 1601286356189
Fecha 28-ene-2016 9:55 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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