Este
relato ha sido escrito para la Comunidad “Relatos Compulsivos”, obteniendo el
segundo puesto en la clasificación para el reto de esa semana. Al final del texto figura el escaparate obtenido como premio.
Aprendiendo Amor
Se conocieron por pura casualidad, como suelen suceder siempre las
cosas importantes de la vida. Ella era estudiante de segundo de besos y él,
notablemente mayor, cursaba un master en caricias. No importaron ni la
diferencia de edad ni la de destrezas, porque saltaba a la vista de quien quisiera
observarlos que estaban hechos el uno para el otro. A pesar de todo no hubo
flechazos en pleno corazón ni urgencias del cuerpo; la luz
se fue filtrando con amable candidez por los recovecos de su complicidad, hasta
hacerla incandescente, y entonces, solo entonces, florecieron semanas y meses
de amor burbujeante y plenitud del alma.
Más tarde, con el inclemente discurrir del tiempo y acechando sibilina
la rutina, quedó claro que no eran iguales en todo. Sus rumbos comenzaron a divergir igual que, hojas del calendario atrás,
se habían atraído con magnético encanto. Mientras que ella conservaba la
ilusión intacta y ponía cuerpo y mente al servicio del aprendizaje amoroso, él,
que ya se consideraba maestro, perdió el interés por la práctica del arte que
los había constituido en pareja. Vinieron la autocomplacencia de uno y la frustración
de la otra, y no hubo palabras capaces de obviar el desidioso abismo que los
engullía sin remedio.
Hoy celebran un triste aniversario en el que no quedan ni latidos
presurosos, ni rubores compartidos, ni festines de la piel. Hoy todas las diferencias
se hicieron mayores de edad y gritan a pleno pulmón que es inevitable la
separación, que no se puede corregir la
trayectoria de un destino feliz que solo era estrella fugaz.
Julia C.
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