Ha llegado el tiempo de la luz a destajo, de las faldas arremolinadas en
torno a nuestras piernas desnudas, de las jornadas que parecen querer
regalarnos horas y de los espacios abiertos llamándonos a gritos desde el otro
lado del cristal…
Nunca he sabido resistirme a eso, la verdad, y nunca he conseguido que
el ordenador gane la batalla. Debo reconocer que soy de extremos: cuando me
dedico a algo lo hago a conciencia, no tengo términos medios, y ahora siento
que ya no es tiempo para mis asuntos del cibermundo. Cada año es igual, nada
nuevo. Demasiada energía y demasiadas ganas de hacer cosas como para estar
sentada por mucho rato en una silla.
Lo cierto es que ya hace días que estoy ausente, incluso antes de haber
escrito esta despedida, y es que he tenido un montón de asuntos que resolver,
todos juntos, que me han dejado sin tiempo, sin ganas y sorda a los susurros de
las musas. Es la otra vida, la de verdad, que también tiene sus “historias”…
Así pues me tomo un descanso hasta septiembre. Quedan pendientes de
publicar algunas entradas de refranes que me habéis mandado y que os agradezco
en el alma. Están a buen recaudo hasta mi regreso, no hay cuidado. También me
gustaría terminar en este tiempo, si soy capaz, la historia de Malena, y no
tengo ni idea de si queda mucho o queda poco para alcanzar el final. Ha sido
una de esas historias que se escriben solas y en las que yo, la supuesta
autora, solo he sido un mero instrumento. También tengo empezados algunos relatos
que no encontraron su camino cuando los comencé y que tal vez ahora, sin plazos
ni horarios, quieran discurrir hacia su conclusión.
Proyectos, ilusiones, y tiempo para dejar que todo transcurra sin más en
un escenario diferente. Se me antoja un plan tan apetecible que la impaciencia
me cosquillea en el estómago, como el insomnio las sienes la noche antes de un
viaje importante.
No tengo dudas de que volveré, y tampoco de que no me voy a poder
resistir a leeros alguna vez, aunque sea “de incógnito”. Que no os extrañe si,
al entrar en vuestra casa, tenéis la sensación de que alguien estuvo allí
revolviendo entre vuestras letras; o si creéis percibir jirones de un leve
perfume a cítricos en el aire, imposible de explicar. Seguramente soy yo, que
anduve de visita, paseando entre vuestros textos.
Por lo demás sigo donde siempre para cualquiera que me necesite o que
sencillamente quiera contactar; no es adiós, es hasta luego.
Os deseo el mejor de los veranos posibles y que las musas os acompañen.
¡Hasta pronto, queriditos míos!
Apenas me he ido y ya os estoy echando de menos…
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