Siempre he pensado que Caperucita tenía muy poco
de inocente y que en realidad su paseo por el bosque no perseguía más propósito
que el de seducir al leñador. Este se había convertido en el objeto de sus más ardientes
fantasías desde que le vio desnudo bañándose en el río. El día al que se refiere el cuento se sentía
presa de un “ataque hormonal” que le negaba el sosiego a su joven cuerpo, así
que decidió salir al encuentro del leñador confiando en que la casualidad la
favoreciera. Si conseguía su propósito ya vería después cómo engatusarle con
sus maneras de lolita, el cuerpazo que la madre naturaleza le había regalado y esa
ridícula capa roja que ha dado lugar al título de la historia. En realidad el
único encanto de la prenda es que Caperucita se despojaba de casi todo lo demás
en cuanto se adentraba en el bosque y perdía de vista a su madre. Normal que la
capita de marras creara expectación, como que iba semidesnuda al estilo de una
ninfa exhibicionista y macizorra.
También creo que engañó a su madre. No quería la
miel para llevar un presente a la abuelita, sino que soñaba con usarla para
convertir al leñador en un caramelo gigante con el que deleitar su lascivo
paladar. Siendo una chica práctica como era, pensó que además serviría de
reconstituyente a las energías de aquel hombretón que penaba sudoroso de sol a
sol.
Pero el caso es que aquel día la diabólica Caperucita
no encontró al leñador, y furiosa por la poca costumbre de verse insatisfecha,
se dirigió realmente a casa de la abuelita. Por supuesto no iba a visitarla,
como nos han hecho creer, sino para recuperar unos porros que había escondido tras
la chimenea.
Lo que ni ella ni nadie podía sospechar es lo que
en la apartada cabaña de la anciana había sucedido: un travesti incomprendido
había hecho realidad por fin su sueño de vestirse de mujer con las cosas de la
abuelita. Era miércoles de póker y ella había acudido a casa de una conocida
bruja de otro cuento a quien no mencionaremos por respeto a su intimidad. En
aquella época lo de los travestis no estaba muy bien visto, así que dijeron que
era un lobo.
Pero en cuestión de hombres nadie podía confundir
a Caperucita, que enseguida se percató de la situación. Lejos de asustarse
olvidó los porros y reemplazó el capricho por aquel otro hombre con gustos un
tanto pervertidos que la encendió de inmediato.
-
Cariñito, cariñito, ¿por qué llevas cinturón de cuero?
-
Es para atarte mejor
-
Cariñito, cariñito, ¿para qué es ese látigo que asoma bajo las
sábanas?
-
Es para someterte mejor.
-
Cariñito, cariñito, ¿por qué hay un bozal sobre la mesilla?
-
Es para enseñarte mejor.
¿Qué queréis que os diga? Lo demás lo dejo a
vuestra imaginación, pero yo creo que aquella fue la ocasión en que se hizo
popular la frase “Dios los cría y ellos se juntan”…
Julia C. Cambil
Código: 1504113821389
Fecha 11-abr-2015 19:50 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
Julia C. Cambil
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