Puede ser
que el tiempo sirva para cerrarle definitivamente los ojos a los muertos, pero
a mí me los abrió a la vida, por completo y para siempre…
Me pongo
a pensar y creo que nunca fuiste como yo te veía, pero sin duda fuiste lo que
yo necesitaba en aquel momento, y eso tuvo que bastar. Sí, ya sé, nunca se
trató de amor.
A pesar
de todo aún hoy me doy el lujo de echarte de menos a ratos, de pensarte como
aquel compañero de juegos que en todo supo entenderme. Jamás te sorprendió nada
de lo que te propuse, por más descabellado que fuera; nunca elegiste quedarte
atrás, por más que mi sed de aventura y experimentación me convertía por
momentos en una loca temeraria. Aún hoy flaqueo alguna vez y tengo tentaciones
de llamarte para escuchar esa doble intención juguetona y provocadora que
tenían casi todas tus frases, esos apelativos cariñosos que reinventaste para
mí, esa voz grave y varonil con la que me envolvías al mismo tiempo que con tus
brazos.
Cuantas
veces me dijiste estremecido entre jadeos que yo sacaba lo más pervertido de
ti, que borraba tus límites para traspasarlos una y otra vez. Y aunque aquello
me hacía sentir poderosa y te sonreía juguetona con la pose de una mujer de
mundo, yo tenía la sensación de que eras precisamente tú el que ejercía ese
efecto sobre mí. Supongo que nos potenciábamos mutuamente, como dos adictos al
placer que encontraron la droga a medida. Será que eso de la química existe y
que nos atrapó irremisiblemente en una espiral de hormonas, tentación y fluidos.
También
supimos aparentar con bastante convicción que además éramos amigos, y recuerdo
que cuando conseguíamos sosegarnos y teníamos una cita convencional, delante de
una taza de café en una terraza cualquiera, el morbo de no poder tocarnos
acababa por rendir nuestros cuerpos a la evidencia de que solo estábamos
aplazando las ganas de comernos vivos. Fue así que inventamos muchas formas de
acariciarnos más allá de la piel, descubriendo que no necesitábamos las manos
para ello. No sé delante de quién queríamos quedar bien, pero aquellas citas
parecían obligadas de tanto en tanto.
Con la
perspectiva que ofrece mirar al pasado en la distancia, comprendo que nunca
antes había hecho ni volveré a hacer las cosas que hice contigo. Estoy segura
de que nadie más que tú podría llevarme de la mano por ciertos caminos
espoleando sin cesar mi curiosidad de aquellos días y animándome a desechar
cualquier reticencia razonable. Solo se vive una vez, decíamos, y nos reíamos
enredando las miradas sedientas de antelación. Lo cierto es que yo nunca he
sido de las que dicen “en un beso sabrás todo lo que
he callado”, porque no fui capaz de guardarme ningún beso ni ningún
pensamiento que fuera para ti. Eso formaba parte del juego peligroso que habíamos
elegido al estar juntos.
Sí, aún
hoy te recuerdo y nos recuerdo, pero ya no somos quienes fuimos…
Este texto ha obtenido el primer premio en el apartado "Relatos" del concurso FRASELETREANDO del 6 de abril de 2015. La frase en diferente color es la que obligatoriamente tenía que incluirse para participar.
Código: 1504113821341
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