Las ondas doradas se
derramaban sobre la almohada ejerciendo un efecto hipnótico sobre Martínez, que
parecía incapaz de apartar la mirada. Ni el revuelo de gabardinas y uniformes a
su alrededor ni el intenso olor acre de la sangre parecían suficiente estímulo
para sacarle del trance. Siempre había tenido esa peculiaridad, la de quedar
atrapado por las pocas cosas hermosas que podían quedar en el escenario de un
crimen.
Pero la realidad siempre
acababa por imponerse y tuvo que abandonar aquel paraíso oxigenado para
regresar a la sucia habitación de motel donde trabajaban esa medianoche.
-
Magdalena
Álvarez, de nombre artístico Nena Blonde, le informó su ayudante libreta en
mano. Ha sido una identificación sencilla, jefe, la ciudad está empapelada con
su cara.
Plantados ambos delante de
aquel revoltijo de sábanas, sangre y curvas de mujer, costaba mucho imaginarse
a la cantante en sus buenos momentos encima de un escenario
- ¿Qué
más sabemos? ¿Por qué estaba en este cuartucho y no en su hotel de siempre?
¿Dónde está ese tipejo que le hacía las veces de amante y representante?
-
¿Rufus Ortega? Ni
idea, no le encuentran por ningún lado. Volatilizado.
-
¿Sabemos al menos
a nombre de quién está la habitación?
-
Tobías Moss, un
trompetista de tres al cuarto que andaba incordiando con sus ensayos a los
demás huéspedes. Tampoco le encontramos.
-
Menudo
rompecabezas de mierda.
-
Ya le digo, jefe.
-
¿Qué dice el
forense sobre la causa de la muerte?
-
Aquí viene lo
mejor: la sangre no es de ella, murió asfixiada hace como dos horas, pero no
hay marcas de estrangulamiento. Con la almohada quizás.
-
Feo final para la
diva de suburbio.
Apenas había terminado de
decir estas palabras cuando un oficial uniformado llegó con novedades:
¡¡Inspector, Nena Blonde está actuando en la Sala de Fiestas Galaxy, y le
aseguro que está vivita y coleando!!
-
Que me aspen si
entiendo algo, contestó Martínez mientras se giraba en redondo hacia la puerta
de salida y la atravesaba como una exhalación. Su ayudante le siguió tan pronto
como fue capaz de reaccionar.
II
Magdalena y Carlota nacieron
idénticas en lo físico, pero con suertes muy diferentes. La primera, con
esfuerzo y mucho sacrificio, había triunfado como artista; la otra, después de
ir dando traspiés por la vida unos años, se conformó con hacerle de doble a su
hermana cuando la situación lo requería y con comer de las migajas que ésta le
daba. Poco talento y menos seso no era una combinación ganadora, así que renunció
a toda identidad propia y se convirtió en una sombra de recambio para Nena. Eso
hasta que conoció a Tobías, con una existencia tan penosa como la suya pero
mucho más ambicioso.
El acuerdo funcionó más o
menos bien para todos hasta que en uno de esos giros que a veces toma la vida, Magdalena
quedó inesperadamente embarazada. Y no era un embarazo cualquiera, dos
criaturas que no le daban tregua con las nauseas, los mareos y el malestar
general estaban en camino. A no mucho tardar deformarían su cuerpo obligándola
a interrumpir la gira y a retirarse, al menos temporalmente, de los escenarios.
Una catástrofe en toda regla que solo Carlota y una buena ración de suerte
podían remediar.
Así fue que cada vez más a
menudo en aquellos días era Carlota quien acudía a las fiestas y saraos del
brazo de Rufus, quien daba entrevistas para los reporteros del corazón y quien
actuaba exigiendo play back por supuestos catarros pasajeros. Poco a poco se
fue creyendo la protagonista de la vida de su hermana, e instigada por Tobías,
demandando más y más dinero por hacer su papel en aquella farsa monumental.
Magdalena y Rufus transigieron con todo, tanto era lo que se jugaban, pero la
situación se iba haciendo más tensa y difícil cada día.
Una madrugada, en el cuarto
mes de gestación para la artista, la fortuna hizo un nuevo requiebro y cambió
de parecer: Magdalena amaneció con fuertes dolores en el vientre y una
hemorragia considerable. El embarazo se había malogrado al tiempo que su suerte
se enderezaba. Triste pero también aliviada ocultó como pudo el suceso con la
complicidad de los implicados y puso todo su empeño en recuperarse y en retomar
su vida. Como no podía ser de otro modo y vueltas las cosas a la normalidad,
pretendió expulsar a Carlota de nuevo a su papel secundario lejos de ella y de
los hoteles de lujo. No más sesiones de peluquería y manicura a diario, no más
vestidos nuevos, no más flashes y glamour a cada paso.
Fue un error pensar que
Carlota, y sobre todo Tobías, iban a renunciar al suculento pastel del que
habían estado disfrutando y que volverían sin rechistar a su mísera existencia
de antes.
Continuará...
(para leer el desenlace en las partes III y IV pincha aquí)
Código: 1504113821334
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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