Dicen que
los piscis tenemos un gran mundo interior, que tendemos a la ensoñación
constante más allá de lo que nos rodea. Nunca he sabido si nos estaban llamando
imaginativos o “atontaos” sin remedio, pero últimamente y después de lo que os
voy a contar, tiendo a pensar que lo segundo (al menos en mi caso).
Mi chico y
yo decidimos pasar la tarde en el centro comercial, una tarde
juntos-pero-separados para potenciar nuestros respectivos “espacios vitales”:
cada uno a lo suyo, y luego una cervecita y unas tapas para cenar en nuestra
tasca favorita.
El, por su
parte, acudiría a una de esas proyecciones de cine de autor por las que solo
unos pocos elegidos consiguen interesarse y hasta disfrutar (sin sufrir ataques
de sopor, quiero decir). Yo, por la mía, aprovecharía para darme una vueltecita
por todas esas tiendas “super-mega fashion” que están fuera de mi alcance pero
que me encanta explorar. Qué le vamos a hacer, disfruto probándome zapatos
imposibles que no me puedo pagar y que mis pobres pies no soportarían o
asesorándome sobre los nuevos tonos de maquillaje, aunque luego me pinte como
siempre. Un buen acuerdo para ambas partes: dos disfrutan, ninguno muere de
aburrimiento.
Cuando
faltaba apenas media hora para que terminara su “evento” decidí, en un acto de
generosidad sin límites, emplear una parte de mi tiempo en hacer la compra del
fin de semana. Conseguí un carrito con tendencia al atasco permanente y ¡ale! a
recorrer las estanterías a empujón limpio, que no iba a ser el puñetero carrito
más obstinado que yo. Después, cargando todo lo que podía recordar de esa lista
que no había traído conmigo, al parking a guardar la compra.
El caso es
que desde el super hasta la bajada a los aparcamientos hay un largo trecho y me
temo que por el camino “desconecté”, como es mi costumbre. Cuando llegué a las
escaleras mecánicas, sin pararme a pensarlo dos veces, me lancé hacia abajo por
las que tenían escalones y no rampa. Salí de la ensoñación bruscamente, cuando
noté el golpe de las ruedas al chocar bruscamente contra el primer peldaño que
había salido de la nada.
Varias cosas
pasaron muy rápido por mi cabeza: una el dolor agudo que sentí en el hombro al
tirar con brusquedad de aquel artefacto maligno que parecía querer despeñarse
arrastrándome a mí con él; otra dar gracias al cielo por no llevar delante a
ninguno de esos guiris ancianos de aspecto quebradizo que tanto abundan por
aquí y a los que hubiera atropellado sin remedio; y tres felicitarme porque el
vigilante de seguridad no me hubiera visto. Creo que me hubiera caído una buena
por saltarme el “prohibido carritos”.
Solo un
grupo de chicos jóvenes se cruzó conmigo por las escaleras de sentido
contrario. Se rieron de mí, como es natural, y yo solo pude darles muy digna un
argumento: ¡¡Ey, vosotros, que soy piscis!!
Julia C. Cambil
Código: 1505013989858
Fecha 01-may-2015 2:30 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
Julia C. Cambil
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