Tediosa,
fumando un cigarrillo y odiándote, ambas cosas por costumbre. No es lo que
había planeado para pasar la tarde, pero es que está el día tan triste…
Me
he prometido que solo lloraré si descarga la tormenta, por eso ando apartando
las nubes del cielo a manotazos del pensamiento. Debo conseguirlo, o en su
defecto disimular las lágrimas que prometí no verter nunca por ti.
Pasan
los minutos y flaquea mi determinación de ser indiferente. Aplasto con rabia la
colilla en el cenicero y lo digo en voz alta: ojalá te estés pudriendo en el
infierno, cariño, y ojalá que incluso allí eches de menos mi calor.
Yo
estoy sin ti, pero tú estás sin mí. Ese pensamiento me mantiene relativamente a
salvo en un mar donde las olas vienen a romper furiosas directamente contra mi
corazón.
¡Ay,
qué triste está la tarde y qué grande la nostalgia que trae!
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Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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