Para leer la primera parte pincha Aquí
1896 (Primavera) - Parte IV
Aunque aún
apenas había comenzado a amanecer, ya se adivinaba en el cielo que sería una
preciosa jornada de primavera. Era la estación preferida de Rosa porque, quizás
marcada por su propio nombre, se sentía reverdecer y una inusitada energía la
invadía como por encanto.
Tenía
trabajo que hacer, como de costumbre, y se dispuso a hacerlo sin tardanza
apenas se hubo aseado y desayunado. El humilde taller de costura que atendía
con su madre había prosperado mucho en los últimos tiempos, y ahora era un
local de varias piezas, acogedor y soleado, donde trabajaban confortablemente.
Incluso contrataban a algunas chicas para que les echaran una mano en épocas de
festejo, cuando todas las mujeres querían estrenar vestido.
Hoy era un
día especial, se esperaba la llegada de una gran dama que tal vez, si se sentía
complacida con su forma de trabajar, haría algún pedido. Era como un sueño, una
oportunidad estupenda para promocionarse entre la alta sociedad. Rosa cosía
aquel encaje en los puños de tafetán azul y dejaba ir la mente hacia un
halagüeño futuro donde quizás podría trasladarse con su familia a una parte
mejor de la ciudad.
¡Soñar era gratis!
La mañana
avanzó entre hilvanes, pespuntes e ilusiones, hasta que llegó el momento y le
anunciaron que la rica heredera había llegado. Rosa respiró profundo, alisó su
talle nerviosamente con las manos y salió a recibirla.
No creía
haberla visto nunca con anterioridad, pero algo en las hermosas facciones de la
joven le resultó extrañamente familiar. La observaba caminar entre rollos de
tela con innata elegancia y cierto desdén, pero aún así se sintió
irremediablemente fascinada por ella. Rosa le mostraba el género y trataba de
adivinar los gustos de su posible clienta, pero la otra no parecía impresionada
con nada de lo que veía, hasta que posó la vista en un vestido rojo vino que
había colgado, aún sin terminar, en el vestidor. Insistió en probárselo aunque
fuera para otra clienta, acostumbrada
como estaba a que la complacieran, y la afable Rosa accedió.
No podía
creer lo que estaba viendo, era del todo imposible. ¿Qué probabilidades había
de que aquello fuera obra de la casualidad? Al desvestirse la futura marquesa
su blanca piel, ahora expuesta en la espalda, mostró una mancha rosada en forma
de trébol, justo entre los omóplatos. Era idéntica a la que Rosa tenía de
nacimiento y estaba en igual posición. A la mente le vinieron las noches de
infancia en que su madre le cepillaba el cabello incansable y le contaba
historias acerca de lo afortunada que sería en la vida gracias a esa marca con
que el destino la había señalado.
Tanta fue la
insistencia de la chica mirando hipnotizada aquel hallazgo, que la heredera
terminó por advertirlo y le preguntó molesta si le pasaba algo. Sus miradas se
cruzaron en un instante de pupilas teñidas de idéntico verde y Rosa compartió
con ella su asombroso descubrimiento. También el vuelco que dieron sus
juveniles corazones fue compartido.
Continuará...
Julia C.
Código: 1505144094155
Fecha 14-may-2015 23:52 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
Código: 1505144094155
Fecha 14-may-2015 23:52 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si tienes algo que decir no te lo calles. Este es un sitio para compartir :)