Había
pasado mala tarde el día anterior y una noche realmente infernal, pero el
tiempo no se había cumplido y Malena no creyó que se debiera a la inminencia
del parto. De todas formas pensaba consultar con su médico en cuanto se
encontrara mejor. Quería asegurarse de que el embarazo marchara bien.
No hubo
ocasión: antes del medio día y mientras trataba de descansar echada en su cama,
rompió aguas y comenzó a sentir las primeras contracciones. ¿Cómo era posible?
Su hijo no debía llegar hasta dentro de al menos cinco semanas, no estaba
preparada, no tenía sus cosas listas, ¡estaba sola! El torbellino de ideas que fruncía
su ceño apenas si conseguía filtrarse a jirones entre la densa bruma de pánico
que ocupaba su cerebro en esos primeros momentos. Después se serenó, respiró
hondo y comprendió que tener miedo era un lujo que no podía permitirse. Tenía
que buscar ayuda y rápido.
Ella no
tenía teléfono en casa y estaba segura de que en su estado no podría salir a la
calle y llegar hasta una cabina. Avisar a Marcos se le antojaba una misión
imposible. “Piensa, Malena, ¡rápido!” se urgió a sí misma. Y entonces tuvo una
idea: rebuscó en su monedero y se acercó a la ventana esperanzada; agitó el
billete en su mano haciéndoles señas a unos críos que jugaban en la calle.
Ellos harían el recado.
A pesar de
habérselo prometido a la futura madre faltó a su palabra: apenas supo la
noticia Marcos avisó a Tonio y le indicó a qué hospital iba a llevarla
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Gloria era
una mujer inteligente y la vida le había enseñado, además, a ser eminentemente
práctica. Sabía que la oportunidad para rehacer su vida según sus propios
deseos expiraría en el mismo instante en que Tonio tuviera entre sus brazos a
su hijo.
Era digno
de ver cómo hablaba del bebé, con auténtico arrobo, y cómo hacía toda clase de
planes para él sin haber nacido siquiera. Su conducta la enternecería de no
considerarla un problema: ella tenía claro que cuando el crío estuviera en el
mundo nadie podría separarle de él ni, por añadidura, de su rival. Suerte que Malena
seguía empecinada en hacer su vida lejos de todos ellos.
A pesar de
las duras palabras que Tonio le dedicara en el pasado, no encontró el momento
ni quizás las fuerzas para hacerlas valer. Tenían mucho trabajo poniendo orden
después del “parón”, atendiendo los negocios y tratando de recuperar a algunos socios
dubitativos de volver a hacer tratos con ellos. No era el momento para
renunciar a la inestimable ayuda de la rubia. La “sentencia de alejamiento”
quedó tácitamente suspendida por el bien de “la empresa”.
Por todas
estas razones los pasos de Gloria, que caminaba por la cuerda floja de un
enamoramiento tan lleno de inconvenientes, eran esforzados. Pasaba sus días
tratando de mostrar ante Tonio, a partes iguales, a la socia competente y seria
que despertara su admiración profesional y a la mujer deseable que provocara en
él una reacción más pasional. Por de pronto se felicitaba de tratar con él casi
a diario y de no haber quedado excluida de su existencia, pero el tiempo se
agotaba y debía dar un paso al frente. Era imposible que Tonio no echara de
menos el calor de una cama compartida; esa era su mejor baza.
Aquella
mañana andaban haciendo inventario en el almacén de bebidas alcohólicas del que
proveían a algunos de sus socios y de donde surtían sus propios garitos. No era
el escenario más romántico del mundo, pero estaba a resguardo de la vista de
curiosos y era lo bastante estrecho como para poder hacer pasar por casuales e
inevitables algunos roces.
Gloria se
quitó la rebeca argumentando que no quería ensuciarse de polvo y dejó a la
vista una blusa ligeramente transparente color beige que insinuaba el encaje de
su ropa interior. Después se recogió el cabello en un ensayado moño que
mostraba su seductora nuca y el nacimiento de sus hombros. Cuando estuvo lista
pasó delante de él por la puerta y ascendió los empinados escalones desafiando
la capacidad de su estrecha falda para permitirle el movimiento de piernas
necesario. Confiaba en que Tonio no encontrara nada más que mirar que el vaivén
sinuoso que ella le ofrecía. Así era. Una vez arriba, completamente satisfecha
al comprobar su azoramiento, tomó su carpeta y comenzaron con el trabajo.
Era la
primera vez que estaban realmente a solas y a Gloria no le quedaba más remedio
que jugarse el todo por el todo; quizás no hubiera otra oportunidad. Siguiendo
su plan y después de pasar innecesariamente cerca de su socio en varias
ocasiones, simuló tropezar con una de
las cajas de madera y hacerse daño en el tobillo. Tonio, que sobre todas las
cosas era un caballero, enseguida se aproximó a ella y se interesó por su
bienestar. La rubia olía condenadamente bien y seguía teniendo unas piernas
esculturales. A la palpación no parecía que hubiera ningún hueso roto, una
torcedura todo lo más, pero ella seguía quejándose y mordiéndose el labio
inferior. No se había fijado hasta ese momento, pero su boca era del color de
una fresa madura. El estaba turbado; ella francamente entregada en su papel de
seductora involuntaria. Le rodeó inesperadamente el cuello con los bazos y le
pidió que la ayudara a ponerse en pie. Era el momento, estaba decidida a
besarle y segura de no ser rechazada, pero la voz profunda de Marcos sonó en el
callejón haciendo añicos el encantamiento y dando al traste con todos sus
esfuerzos.
Tenían que
bajar enseguida, Malena estaba de parto.
Código 1603066806785
Fecha 06-mar-2016 13:21 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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