Cuando
Tonio llegó al hospital tenía el corazón en la boca y un terrible nudo en el
estómago. Sus latidos desbocados eran de emoción, de preocupación porque todo
saliera bien, de orgullo ante la inminencia de ser padre al fin; el nudo en su
estómago se debía a la escena que un rato antes había protagonizado con Gloria.
Apenas si
había tenido tiempo de pensar, los acontecimientos se habían precipitado en el
reloj vertiginosamente y estaba desbordado, pero una cosa sí tenía clara: de no
haber sido por la interrupción de Marcos probablemente habría vuelto a cometer
el mismo error que tan caro le había costado en el pasado. ¿Cómo era posible
que esa mujer no se diera por vencida? ¿Cómo era posible que él no supiera
ignorarla si su único interés estaba depositado en Malena? No sabía la
respuesta a esas preguntas por más que la buscaba, pero sabía que zanjaría el
asunto con prontitud. Ahora tenía que concentrarse en otros menesteres y lo
haría.
No
albergaba muchas esperanzas de poder ver a Malena y a su hijo inmediatamente
tras el parto, que ya duraba bastante, pero igualmente esperaría noticias allí
sentado el tiempo que hiciese falta. Aquella sala de blancas paredes con
recalcitrante olor a desinfectante sería su único paisaje hasta entonces.
Marcos ya se había marchado y estaba solo en aquel trance, o eso creía, porque
incluso de espaldas y en la lejanía del largo pasillo, reconoció la figura de
Jonás recortada al contraluz.
Por un
instante temió por la salud de su madre, ¿qué otro motivo podía haber para que él
estuviera allí, esperando como cualquier otro acompañante? Pero luego recordó
que en aquella planta solo se atendían partos y un ramalazo de curiosidad le
hizo arrugar la frente y curvar los labios en una sonrisa. No era posible que
su padre fuera a tener otro hijo a esas alturas, ¿o tal vez sí, con alguna otra
mujer que no fuera su esposa? No había duda de que estaba en shock, esos no
eran pensamientos lógicos para alguien que se reencuentra con su progenitor
después de años.
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Sentía el
cuerpo partido en dos por el dolor y el esfuerzo, pero aún así no pudo evitar
llorar de alegría la primera vez que oyó su enérgico llanto. No la había visto
aún y ya sabía que sería lo más importante de su vida: Malena había traído al
mundo a una preciosa niña a la que llamaría Elisa.
Las
enfermeras se la pusieron entre los brazos en cuanto fue posible y, aunque se
sentía muy cansada, la pequeña y cálida masa de carne palpitante que acunaba
entre sus brazos le devolvió las fuerzas. Tanto era su deseo de disfrutarla y
tan absorta miraba sus diminutos y tiernos rasgos, que no oyó las palabras del
doctor. La informaba de que todo había ido muy bien aunque debían vigilar al
bebé porque era algo prematuro. Solo volvió en sí misma cuando mencionó que el padre
y el abuelo estaban fuera esperando para conocer a Elisa.
Mil
sentimientos como hormigas rabiosas empezaron a correrle veloces por el pecho.
Deseos de llorar por la familia que podría haber sido y no era, rabia ciega por
las traiciones y los desprecios aún vivos en su mente, desconcierto,
tentaciones de delegar, de confiar de nuevo y descansar al fin, orgullo por la
hija que podía mostrar a ambos hombres, miedo ante la posibilidad de que
quisieran arrebatársela. Trató de controlar infructuosamente su agitada respiración
y cerró fuerte los ojos para no ver más aquellos fogonazos de luz que le herían
la vista. Después nada, oscuridad. Malena se desmayó.
En una
pirueta de ésas que a veces hace la vida, las urgencias de ese mismo hospital
no tardarían en tener que atender a la víctima de un gravísimo accidente de
coche. Al parecer la joven rubia caminaba por mitad de la calzada, ensimismada
y con los ojos inundados en lágrimas. Ella no lo vio venir y el inexperto
conductor tampoco pudo esquivarla.
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A Jonás le
había costado mucho tomar aquella decisión, pero si quería volver a formar
parte de la vida de su hijo, en algún momento tenía que dar la cara. Porque le
pareció buena ocasión y porque realmente estaba deseando ver a su nieto, se
dirigió al hospital en cuanto sus informadores le pusieron al tanto de que
Malena estaba de parto. Aquella joven a la que despreció en el pasado y que le
pareció tan poco para su hijo, una mera oportunista, se había ido ganando poco
a poco su respeto. Como hombre de negocios que era, gran parte de su éxito se
debía a que se le daba bien calar a las personas y elegir con acierto a sus
socios y empleados. Ahora comprendía que con Malena se había equivocado mucho.
El
escenario para el reencuentro con Tonio no fue el mejor, pero a quién le
importaba el lugar cuando eran tantos los sentimientos en juego. Superada la
sorpresa inicial no hubo abrazos ni lágrimas emocionadas, pero sí algunas
explicaciones en torno a la espera compartida y a una máquina de café barato expedido
en vasos de papel. Tonio escuchaba a su padre y buscaba rencor en su interior,
pero lo cierto es que no lo encontraba. Había madurado mucho en esos años. Le apenó
profundamente saber que su madre había fallecido y se arrepintió de no haber
intentado contactar nunca con ellos; comprendió que también él se había
equivocado y aceptó su parte de culpa. Respecto a Malena, le agradeció que
hubiera intentado cuidar de ella en su ausencia y, aunque no le gustaron sus
métodos, comprendió que todo lo había hecho con buena voluntad.
Algunas
cosas llevan su tiempo, pero estaba contento de poder compartir aquel momento
único con su padre y supo que recuperar el tiempo perdido no era imposible.
Código 1603116884510
Fecha 11-mar-2016 18:51 UTC
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