Al iniciar esta sección muchos de vosotros os mostrasteis dispuestos a
colaborar y a aportar vuestra propia “sabiduría” en asunto de refranes, así que
he decidido tomaros la palabra y traeros como invitados para que nos contéis lo que os apetezca relacionado con
el tema.
La valiente y generosa compañera que hoy se presta a romper el hielo y
a compartir dichos y recuerdos familiares es Kirke Libris. Si aún no
conocéis su blog, titulado "Leer, el remedio del alma", os estáis perdiendo una bitácora genial que desde aquí
quiero recomendar con pleno convencimiento. En ella podéis encontrar estupendas
reseñas de libros con un toque muy personal, anécdotas sobre viajes y
“problemillas” con el idioma en clave de humor, una sección dedicada a
científicos famosos de los que podemos conocer algunas cositas muy interesantes,
un repaso a grandes poetas desde una óptica diferente, etc. Vamos, que nunca os
iréis de su “casa” con las manos vacías.
Y ahora dejemos que ella nos cuente…
¡Gracias, Kirke!
Mis abuelos paternos fueron agricultores y desde pequeña, durante mis estancias en el pueblo burgalés de mi padre, me acostumbré a oír esas cortas sentencias llenas de enseñanza. Son frases que asocio a mis abuelos que eran muy dados a decirlos, afición que yo heredé; mis amigos me dicen que soy muy refranera. No sé hasta qué punto todas esas locuciones son ciertas, supongo que no todas se pueden tomar al pie de la letra, pero la mayoría se basan en la experiencia así que algo habrá.
Podría contar muchas de esas expresiones pero me limitaré a plasmar aquí sólo unas pocas y las que más me recuerdan mi infancia en la casa de mis abuelos.
Los agricultores han dependido siempre de la climatología. Una lluvia a destiempo, un granizo intenso o un periodo excesivamente largo de sequía puede suponer una cosecha malograda. El esfuerzo de meses y el sustento de la familia pueden irse al garete por unas condiciones climatológicas adversas.
Ahora hay sofisticados aparatos que predicen con mucha precisión la meteorología, y esas predicciones están disponibles para cualquiera a través de un dispositivo conectado a internet. Cuando la tecnología no existía el agricultor debía echar mano a su experiencia y a la de sus antepasados. Quizás por eso hay tantos refranes que se refieren al clima. Aquí van unos cuantos:
“ A 2 y a 3, verás lo que hace el mes”
Recuerdo que un día 1 de enero mi abuela me comentó:
- Hay que estar atentos a ver qué tiempo hace mañana y pasado, así sabremos qué mes de enero nos espera.
A lo que yo le contesté:
- ¿En Burgos y en enero? Frío, hará ¡frío! El día 2, el 3 y todos los demás –yo seré de la capital y no tengo la experiencia de la gente criada en el campo pero hasta ahí llego–.
Otro refrán que también decía mucho mi abuela era:
“Según hace el 27, hace el mes siguiente”
Pero a mí el refrán que más me gusta sobre el tiempo es uno que yo repito muy a menudo:
“Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo”
No sé por qué los grajos vuelan así cuando hace frío, es más, no soy capaz de diferenciar un grajo de un cuervo, pero la imagen de ese pajarraco me viene a la mente cuando hace mucho frío, sobre todo cuando hace un frío del carajo.
Al principio he comentado que mis amigos dicen que soy muy refranera y acabo de recordar otro refrán:
“Mujer refranera, mujer puñetera”
Kirke
Código 1604207277914
Fecha 20-abr-2016 17:30 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
Fecha 20-abr-2016 17:30 UTC
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