No era una
mala propuesta, todo lo contrario, pero aceptarla hubiera supuesto negarse a sí
mismo tal y como había llegado a ser y renunciar al valor de todo lo conseguido
en ese tiempo de separación. No, no volvería a casa para hacerse cargo de los
negocios familiares y ser la mano derecha de Jonás. Por otra parte atravesaba
un esperanzador pero delicado momento con Malena y no quería añadir más motivos
de conflicto proponiéndole que se mudaran, junto con su hija, a su antigua
residencia familiar. Lo cierto es que ni en el mejor de sus sueños podía
imaginar que Malena aceptara. Había que ir despacio, dando un paso tras otro si
quería que las cosas volvieran a funcionar entre ellos. No se negaba
categóricamente a nada, ayudaría a su padre si alguna vez lo necesitaba, pero
no renunciaría a la vida que se había construido con tanto esfuerzo para vivir
la que él le había inventado a medida.
Tonio fue
tan suave y comedido como pudo a la hora de expresarle su opinión a Jonás, no
quería herirle, pero el ceño fruncido de éste indicaba que no se lo estaba
tomando muy bien. Pensativo dejó escapar perezosas algunas volutas de humo de
su habano e inspiró profundamente antes de contestar a su hijo. La expresión de
su arrugada cara se había endurecido.
Tonio lo
escuchó asombrado, tratando de comprenderle e incluso de compadecerle, incrédulo,
pero no encontraba justificación suficiente a su mezquindad en la tremenda
soledad que padecía su padre. Ahora fue él quien hizo algo más que fruncir el
ceño. Se levantó enérgicamente de la mullida butaca como impulsado por un
resorte, levantó la mano hacia su padre interrumpiendo su discurso y le dedicó
una mirada salpicada de rabia. Allí estaba Jonás en estado puro, manipulador y
egoísta hasta el final, incapaz de querer más allá de sus propios intereses.
Salió de
la habitación y de la casa conteniendo las ganas de dar un portazo. El respeto
al recuerdo de su madre entre esas paredes es lo único que lo impidió.
Tonio se
puso al volante de su coche y condujo sin rumbo fijo para serenarse. Las
palabras de su padre le habían alterado profundamente y aunque quisiera pensar
que no le importaban, lo cierto es que dolían muy adentro. ¿Cómo se atrevía a
decirle que Elisa estaría mejor con él que con sus propios progenitores? Le
echó en cara despreciativamente que él era un exconvicto y Malena una chica de
barrio cualquiera sin formación y cargando sobre las espaldas un pasado turbio.
El era su abuelo, alguien respetable en la comunidad que podía ofrecerle un buen
futuro y todas las comodidades que merecía por llevar su apellido y ser sangre
de su sangre.
¿Cómo
podía ser Jonás tan rastrero? ¿Cómo podía haberle engañado tan fácilmente
escudándose tras falsos deseos de reconciliación? Quedaba claro que no era el
anciano bienintencionado y desvalido que él había pensado; conservaba intactas
sus maneras de mafioso al uso. Incluso llegó a ofrecerle dinero si le entregaba
a la niña y se prestaba a hacerla pasar por una huérfana en acogida bajo su
tutela. El la educaría como era debido “lejos de su perniciosa influencia”.
Llegado a
ese punto, mientras rememoraba las locas pretensiones de su padre, Tonio no
pudo evitar sonreír. Antes de lograr sus propósitos Jonás tendría que vérselas
cara a cara con una Malena furiosa, muy furiosa; quizás no había calibrado bien
el carácter de su chica. Luego se le heló la sonrisa en los labios con un mal
presentimiento y giró el volante bruscamente a la derecha, directo a la zona
este de la ciudad. Quizás Jonás no estaba pensando en tratos, sino en hacer las
cosas por la fuerza. Debía prevenir a Malena y asegurarse de que su hija
estaría bien.
~~~~~~~~~~~~~~~~
Había
dejado de beber, al menos en público, y volvía a ser el hombre responsable,
aseado y atractivo de antaño, aunque las oscuras ojeras que enmarcaban sus hermosos
ojos castaños y los tics nerviosos que había desarrollado denotaran que no
estaba tan bien como debía.
Volvió al
trabajo junto a Tonio, como había prometido, aunque ya nada era igual entre
ellos. Su amigo y Malena, cada uno a su manera, trataban de apoyarle y ayudarle
esperando que las cosas, y sobre todo sus sentimientos, volvieran a su cauce. Pero
quien realmente consiguió centrarle de nuevo y darle un propósito en la vida
fue Jonás. Marcos se había convertido en su plan B si la charla con Tonio no
daba los resultados deseados, como así había sucedido.
No fue
difícil convencerle pues nada de lo relacionado con el entorno de su hijo le
era ajeno a Jonás y sabía que Marcos atravesaba un momento de gran
vulnerabilidad. Le bastó manejar un poco los envenenados hilos, ofrecerle un
cauce para su venganza y la oscura trama se puso en marcha sin más obstáculos.
Un apretón de manos a escondidas en un sucio callejón y un abultado sobre bastaron
para cerrar el trato entre ellos, sellando así el destino de la pequeña Elisa.
De cuánta
ironía hacía gala a veces la vida, pensaba el anciano mientras de alejaba
acomodado en el asiento trasero de un discreto vehículo negro: el bondadoso y
siempre sereno muchacho se había convertido, con su ayuda, en la serpiente traidora
que mordería el cuello de quienes más le querían…
Julia C.
Si quieres leer la continuación de la historia, pincha aquí
Código 1604117200842
Fecha 11-abr-2016 8:16 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
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