Aquí
llego, portando una nueva entrega de refranes bajo el brazo, y también una
sonrisa de satisfacción enorme que no puedo ocultar. ¿El motivo? Que hoy, por
primera vez, vamos a conocer algunos dichos y refranes del otro lado del
charco.
Si
enriquecer nuestro bagaje en estos pequeños tesoros de la tradición oral era
una de mis mayores ilusiones al empezar la sección, que alcancemos tan lejos
como a otro continente, me pone a dar palmas de alegría. Y todo se lo debemos a
la generosidad sin medida de una mujer que cautiva con su sensibilidad, sus
emociones a flor de letra y una afable sinceridad destilada, gota a gota, por
cada uno de sus poros de bloguera. Quizás algunos ya lo habréis adivinado, se
trata de María PAZ “Fer”.
Tengo el
gusto de leerla hace tiempo y puedo decir, sin miedo a equivocarme, que no se
la puede etiquetar ni encasillar. Ella administra un magnífico blog llamado a “A boca de jarro” y en él coexisten, en completa armonía, muchos formatos. Si la
visitas, cosa que debes hacer sin tardanza, podrás encontrar poemas de gran
belleza, mordaces críticas de actualidad, sentidos relatos de ficcción, textos
inspirados en vivencias y recuerdos familiares, reflexiones y hasta alguna
canción. Ella es así, rica en matices, y de todos es capaz de extraer un regalo
que hacernos. Además destacaría su gran elegancia a la hora de escribir. Creo
que sus textos son como bailarinas de ballet, esbeltas de espíritu y gráciles a
la hora de cautivarnos.
Para pena
mía no la conozco más que por sus textos, pero me basta y me sobra para intuir
en ella, con sobradas garantías, a una
mujer tierna, amable, guerrera, compasiva, irónica, empática, agradecida,
risueña y por supuesto muy inteligente. Realmente es un lujo tenerla cerca en
este camino que iniciamos todos los que decidimos abrir un blog, en algún
momento, y lanzarnos a la tarea de darle vida.
Por tu
colaboración en esta sección, de la que te sé entusiasta seguidora, pero sobre
todo por ser una compañera inmejorable, ¡muchas gracias, Fer!
* * * * * * * * * *
*
A Julia le hacía
ilusión una aportación que viniera del otro lado del charco, así es que espero
no defraudar a la dueña de casa ni a sus lectores. Lo cierto es que en la
Argentina somos más de dichos que de refranes. En verdad, usamos muchos dichos
como parte de nuestra lengua cotidiana sin siquiera ser conscientes de que lo
son. Podría decirse que los dichos son expresiones populares gráficas y
concisas que forman parte del bagaje cultural de un pueblo, mientras que los
refranes son frases tradicionales, normalmente transmitidas de generación en
generación, que albergan alguna enseñanza o moraleja. Por ejemplo, como dichos,
los argentinos, que nos creemos todos Gardel, solemos decir que no hay que buscarle
la quinta pata al gato, o el pelo al huevo, es decir, no hay que
complicarse innecesariamente, sino que todo debe ser al pan, pan y al
vino, vino, simple y sin vueltas, o que cuentas claras
conservan la amistad y que hablando se entiende la gente, aunque nuestras
cuentas, dicho sea de paso, hace décadas que quedan poco claras, y hablar, hablamos hasta por
los codos, a pesar de que mucho no nos entendemos ni nos entiende nadie.
Debido a la mezcla
de culturas de la cual somos emergentes, nuestros dichos cuentan con la
picardía y el recelo del inmigrante europeo, el aplomo del hombre de campo, el
gaucho argentino, el dramatismo de los malevos tangueros y la cuota de sarcasmo orillero de una idiosincrasia que
aún hoy sostiene frente al mundo que no hay nada que supere a la viveza criolla.
Así es como nos hemos hecho la fama de ventajeros,
piolas y bananas, es decir, seres con
cierta inteligencia para envolver a nuestros congéneres en manganetas y tramoyas que siempre nos
dejan bien parados aunque no sean del todo limpias.
Yo viví muchos años
en casa de mi abuela materna y asturiana, y de ella mamé algunos giros que
inevitablemente reflejan ese crisol de culturas del cual formo parte. Mi abuela
solía usar frases como "Mala fariña”, cuando algo le daba mala espina o motivos para desconfiar, cosa que en mi país es muy
frecuente. También solía advertirnos en su lengua cuando percibía que "Tá el capaor sobre la gocha", es decir, cuando
creía que actuábamos con mala premura, como buenos argentinos. Del tango que
tanto escuchaba, mi abuela me transmitió la creencia de que en este país mío "el que no llora no mama y el que no afana es un
gil", y del campo aprendió que "al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen", frase cuyo
polémico determinismo proviene de nuestra obra gauchesca por excelencia: el
Martín Fierro de José Hernández.
Podría extenderme
aún más, pero no quisiera "errar al vizcachazo" justo aquí, en lo de
Julia, que ha tenido la amabilidad de invitarme, en otras palabras,
no deseo fallarle a la intención de esta columna. Por lo tanto, concluiré más rápido que un
bombero
con los refranes que aprendí ya de más grande, aquellos que me han servido como
guía en la vida, y esos que resultan tan trasparentes que no necesitan
explicación y que pueden decirse, tal como a mí me gusta "a boca de
jarro":
"Al mal tiempo,
buena cara."
"Siempre que
llovió, paró."
"Donde comen
dos, comen tres."
"Cruzaremos ese
puente cuando lleguemos a él."
"El que nace
para pito nunca llega a ser corneta."
¡¡¡Besos y gracias!!!
Fer
Código 1606098111452
Fecha 09-jun-2016 17:06 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
Código 1606098111452
Fecha 09-jun-2016 17:06 UTC
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