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Habían pasado seis días y Gina ya estaba harta de ver los estridentes colores de la bolsita que reposaba sobre el mueble de la sala. Pensó en bajar el paquete al contenedor de la basura para quitarlo de su vista, pero luego recapacitó y decidió que sería suficiente con guardarlo dentro del armario, donde no fuera un recordatorio constante de la conducta de Alberto. Estaba tan enfadada que ni siquiera había sentido la curiosidad de oler el perfume que se escondía en su interior, ¿para qué? Probablemente lo del trabajo también habría sido una tomadura de pelo, como todo lo demás. Tenía que reconocer que Alberto se lo había montado muy bien, sí señor. Ya le dijo en una ocasión que solía conseguir todo aquello que se proponía y que no reparaba en esfuerzos, ¿no? El que avisa no es traidor, pero ella seguía siendo la misma ingenua de siempre.
Habían pasado seis días y Gina ya estaba harta de ver los estridentes colores de la bolsita que reposaba sobre el mueble de la sala. Pensó en bajar el paquete al contenedor de la basura para quitarlo de su vista, pero luego recapacitó y decidió que sería suficiente con guardarlo dentro del armario, donde no fuera un recordatorio constante de la conducta de Alberto. Estaba tan enfadada que ni siquiera había sentido la curiosidad de oler el perfume que se escondía en su interior, ¿para qué? Probablemente lo del trabajo también habría sido una tomadura de pelo, como todo lo demás. Tenía que reconocer que Alberto se lo había montado muy bien, sí señor. Ya le dijo en una ocasión que solía conseguir todo aquello que se proponía y que no reparaba en esfuerzos, ¿no? El que avisa no es traidor, pero ella seguía siendo la misma ingenua de siempre.
A la vista del panorama, Martina, con la mejor de las
intenciones, elaboró un apretado programa de actividades para su amiga. Tenía
como finalidad mantenerla ocupada el mayor tiempo posible para impedirle
pensar, autocompadecerse, o sufrir de insomnio por no estar lo suficientemente
cansada al caer en la cama. Después de que Gina tomara la iniciativa y llamara
al móvil desconectado de Alberto en un par de ocasiones, ya no trató de darle
esperanzas sino de ayudarla a olvidar. Parecía increíble que el tipo hubiera
usado un número desechable con ella, pero había que rendirse a la evidencia. ¡Menudo
cretino!
*******
En su búsqueda de novedades, las chicas descubrieron un
local que todos calificaban como “lo más de lo más” en el ambiente nocturno de
la ciudad. Decidieron que aquel sábado por la noche era un buen momento para
comprobar cuánto de verdad había en aquella afirmación. Conocer sitios llenos
de gente potencialmente interesante y alcohol en forma de combinados exóticos,
formaba parte de la terapia ideada por Martina. Además, casualmente, el garito
se llamaba “Amnesia”, ¡tenía que ser una señal!
─¿No tenías una minifalda más discreta? Las
animadoras tendrán que bajarse de la plataforma para cederte el sitio. Total,
ya te vales tú sola para poner en pie el local ─Gina miraba de reojo la provocativa indumentaria
de su amiga con fingida desaprobación mientras se retocaba el carmín de los
labios. Lo cierto es que admiraba su seguridad y su desinhibición a la hora de
vestir.
─No buscamos ser discretas, ¿recuerdas?. Buscamos matar de la impresión a
todos
en cuanto crucemos esas puertas, pequeña. ¡Hoy es nuestra noche! ─La pelirroja sacudió ostentosamente la melena para
darle énfasis a su discurso.
─Matarlos parece excesivo;
conformémonos con seducirles y luego dejarles tirados como a colillas. ─Gina pretendía bromear, pero sin querer salió a
relucir el despecho que sentía. Se arrepintió de sus palabras en cuanto las
dijo. No quería ser una aguafiestas después de todos los esfuerzos de Martina
por animarla─ Venga, no me hagas caso, ¡vamos dentro!
Casi
al tiempo que las luces de colores impactaban en sus cuerpos y la música las
envolvía estruendosamente, comenzaba a sonar el móvil de Gina. Era la llamada
que había estado deseando recibir durante días, pero no logró oírla.
*******
Había
sido una semana de trabajo demencial, aunque también muy productiva. El
contrato publicitario con los japoneses estaba en el aire y necesitaba un
empujoncito, así que Marsés & Campoy envió allí a Alberto para marcar la
diferencia con las otras empresas que competían por el encargo. Convencer a los
nipones de que ellos eran los adecuados para dar a conocer su producto en el
mercado europeo no había sido tarea fácil, pero él había demostrado con creces
que merecía la confianza de sus jefes y había logrado el objetivo: ¡el contrato
estaba firmado! Ya de vuelta en el avión a casa, más relajado, solo una cosa
empañó su satisfacción: Gina no se había puesto en contacto con él como le
había pedido.
A
pesar del poco tiempo libre del que había podido disponer, había pensado mucho
en ella y en la noche que pasaron juntos. Por más que le sorprendiera, la
verdad era que la había echado de menos, pero no estaba dispuesto de ninguna
manera a ser el juguete de sus indecisiones de nuevo. Su interés era sincero,
había peleado por su oportunidad, pero si para ella toda aquella historia solo
era un juego, mejor dejarlo correr y no perder más el tiempo. Punto y final.
A
pesar de haber tomado la decisión, Alberto no podía dejar de darle vueltas a la
cabeza durante todo el trayecto: “quizás hice algo que la molestó y no quiso
decírmelo por falta de confianza”, “quizás es que no le gusto lo suficiente”,
“quizás haya otra persona”… “¡quizás no leyó mi nota!”.
Esa
última posibilidad le devolvió momentáneamente la esperanza y lo impulsó a
intentarlo una vez más, solo una. Cuando estuviera en casa y volviera a
conectar su móvil personal, la llamaría para aclarar las cosas.
Cruzó
mentalmente los dedos para que ella tuviera un motivo creíble, para que sintiera lo mismo que él, para que le
hubiera echado de menos. Si era así todo se arreglaría, pero si volvía a las
excusas y a las evasivas, intentaría olvidarse de ella y mantendrían únicamente
una relación profesional. Sería duro tener que volver a verla en esas
condiciones, pero ya encontraría la forma de sobrellevarlo.
Cuando
lo tuvo claro se aflojó el nudo de la corbata, pidió una copa a la azafata y
conectó sus auriculares para escuchar música. Antes de darse cuenta estaba
dormido y soñando con Gina entre sus sábanas.
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