martes, 9 de mayo de 2017

Vertidos tóxicos



“La calma es solo aparente. El caos y la zozobra me acechan como un maldito gato sigiloso. Debo estar preparado, en cualquier momento la realidad que he conseguido construirme a base de esfuerzo y concentración se hará añicos. Caeré, la espiral me busca para engullirme...”

Lo cierto es que no tenía motivo alguno para tener semejantes pensamientos, pero su personalidad ansiosa y obsesiva, carente de herramientas que le sirvieran de defensa ante las contrariedades de la vida, le inducían siempre a tener tales presentimientos. En constante sospecha; temiendo siempre lo peor;  interpretando cada incertidumbre como la pantalla que escondía tras de sí un desastre inminente; en tensión; con las escasas sonrisas que se permitía fruncidas en la boca a modo de un mal cosido; con el sueño, que hubiera debido ser reparador, siempre esquivo. Así era su existencia desde que podía recordar, y ya contaba 38 inviernos.

El punto de inflexión no vino con un tratamiento psicológico, a pesar de haber probado varios, ni con la ayuda de su familia, ni con la aparición de un gran amor en su vida que removiera sus cimientos mentales. El afortunado cambio comenzó a operarse el día en que se abrió, sin demasiado convencimiento, un blog.

A Joaquín siempre le había gustado escribir y lo cierto es que si no hubiese sido una persona tan negativa, habría aceptado que lo hacía bastante bien. En cualquier caso lo único que pretendía era llevar un diario de su angustia. “Es una motivación tan buena como cualquier otra”, pensó él. No escribiría nada más que sobre la inmundicia que almacenaba en los rincones de su existencia, sobre lo retorcido de sus pensamientos siempre en deriva hacia lo fatal; sobre sus odios y rencores por afrentas que solo estaban en su mente. Al fin y al cabo de esas cosas se componía principalmente su vida. Ahora lo lanzaría todo a la red como quien arroja basura a un vertedero. “Todos quieren dejar tras de sí un legado, pues este será el mío”.

Inseguro como todos los principiantes, subió las primeras entradas. Se trataba de una colección de oscuros relatos que reflejaban detalladamente sus sueños más perturbadores y repetidos. Nadie parecía leerlos al principio, cosa normal teniendo en cuenta que daban verdaderos escalofríos, pero con el tiempo algunos lectores comenzaron a dar tímidas muestras de haber pasado por allí. No dejaban comentario, pero para su extrañeza, que estaba seguro de su fracaso también en aquel proyecto, el marcador de visitas subía invariablemente a cada nueva publicación.

Estaba satisfecho, creía haber encontrado una pequeña válvula de escape a su negatividad, y de hecho se encontraba algo mejor. Cuantos más seguidores acumulaba el blog, con menos frecuencia tenía él los sueños que transcribía en sus historias. Pero era imposible, tenía que tratarse de una casualidad, ¿o era así de sencillo? En cualquier caso no podía dejar de explorar aquella posibilidad.   

Animado por la curiosidad hizo toda clase de experimentos, pasando a describir con todo detalle, ahora en forma de relatos, ahora en forma de reflexiones o poemas, cada episodio traumático de su vida. Fue fácil seleccionarlos, eran esos en los que no podía dejar de pensar aunque formaran parte de su pasado más lejano y que lo hacían sentir lacerantemente humillado, ridiculizado, frustrado. El magnificaba en sus textos todos aquellos acontecimientos cotidianos que cualquiera podía haber experimentado, no porque tuviera intención de engañar, sino porque era como él los había vivido. Y ciertamente, para su alivio, se iba librando  poco a poco de ellos. No es de extrañar que dedicara cada vez más tiempo y esfuerzos a escribir, a mejorar la estética de su blog, a publicitarlo. Para poder deshacerse de todo aquello que pudría su alma necesitaba receptáculos, necesitaba lectores.

No le interesaban en absoluto las consecuencias que la transferencia, si es que tenía lugar, les acarrearían. La empatía no estaba en su repertorio de emociones y ahora se sentía tan poderoso... Quizás había encontrado la forma de vengarse del mundo.


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Dicen que quien se tropieza con su bitácora ya no puede dejar de seguirla, que se ve absorbido por ella y sufre una terrible transformación hacia lo tenebroso. Pero el caso es que nadie ha sabido decirme quién es el autor, cuál es su título o cómo localizarla.

No sé si será cierto todo eso o es solo un bulo que circula por la red, aunque sí he comprobado por la prensa que de un tiempo a esta parte ha habido varias denuncias a la policía por extraños suicidios entre jóvenes que frecuentaban el mundillo de la publicación virtual. Sin motivos aparentes, sin notas de despedida, rodeados de circunstancias macabras.

Creo que durante un tiempo dejaré de visitar nuevos blogs y me ceñiré a los que ya conozco. Aunque yo no creo en cuentos de viejas versión internet…

Julia C.

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