Tania,
Roberta, Marcia, Belinda y Alexia. A pesar de estar siempre tan frenéticamente
ocupadas todas habían llegado puntuales a la convocatoria quincenal del club “Chicas Como Nosotras”. Eso daba una
idea clara de lo importantes que habían llegado a ser para ellas aquellas
reuniones.
Todo
había comenzado como un estúpido grupo de Facebook bautizado con un nombre no
menos estúpido que en realidad no significaba nada. Pero con el tiempo las
eventuales integrantes descubrieron que tenían parecidos sentimientos y un
objetivo común, así que la relación se fue afianzando y al alcanzar un mayor
grado de compromiso decidieron citarse en persona. Compartían experiencias, se
sentían comprendidas y planeaban cuidadosamente estrategias a seguir, si
procedía. Constituía su particular terapia de los jueves alternos.
A
pesar de la camaradería era inevitable que “repasarse” despiadadamente unas a
otras formara parte del aliciente de aquellos cafés a media tarde. Al fin y al
cabo todas eran altas, delgadas, sofisticadas, vestían a la última, visitaban
regularmente el gimnasio y lucían melenas impecables. Era una pequeña
competición en el éxito que les había llevado, justamente, al fracaso con
Alberto. Verse reflejadas las unas en las otras, con sus muchos puntos en común
y sus pocas diferencias, les hacía comprender que eran mujeres espectaculares y
que no merecían la suerte que habían corrido.
Exitosas
profesionalmente, cultas, bien establecidas… y al borde de la peligrosa
madurez, por más que se esforzaran en luchar contra la edad con todos los
recursos a su alcance. Así podría definírselas. Después de pagar el precio lo
tenían todo, todo menos amor y la familia propia que anhelaban.
Efectivamente,
cada una de ellas había sido pareja de Alberto en el pasado reciente y cada
una, sin excepción, había sido apartada de su vida algunas semanas después,
justo cuando empezaban a ilusionarse y a creer que la relación prosperaba.
Cierto es que él no les había prometido amor eterno en ningún momento, pero
también que con su comportamiento detallista y romántico en extremo les había
hecho creer que eran algo más que un mero entretenimiento. Visto en perspectiva
no parecía que hubiese sido una buena idea tratarlas como a princesas de cuento
para pedirles después que se comportaran como mujeres independientes y
autosuficientes del siglo XXI.
Llegar
a conocerse a través de las redes sociales fue, más o menos, una casualidad.
Alberto tenía la mala costumbre de quedar con todas sus ex novias como amigo, o
de intentarlo al menos, así que no las eliminaba de sus contactos ni las
excluía de sus “novedades”; así es como se mantuvieron al tanto de las nuevas
conquistas del Don Juan con facilidad. Para él sus nombres solo significaban “relaciones
consentidas entre adultos” que habían tocado a su fin; una manera muy exacta de
describirlas siempre y cuando ellas no hubieran puesto el corazón en esas
relaciones, claro. Esa, la virtual, fue
la puerta que inconscientemente y por error Alberto les dejó abierta a las
Chicas del Club. Y ellas supieron aprovecharla después de entender, una vez
superados los celos y los deseos de asesinarse entre ellas, que habían sido
víctimas del patrón preestablecido y riguroso de un ligón sin sentimientos y
que la cosa no debía acabar ahí.
Una
mujer despechada y furiosa es un peligro, pero una que dice aceptar de buen
grado una ruptura que no desea, lo es mucho más. Tal era el caso de estas
féminas, compañeras exitosas e inteligentes que no montaban “escenas” cuando
las abandonaban, pero que tampoco estaban dispuestas a dejar sin escarmiento a
quien había truncado sus aspiraciones de estabilidad amorosa sin el más mínimo
remordimiento.
Se
sentaron en la mesa del fondo, siempre la misma, pidieron sus complicados cafés
en tazas imposibles y conectaron sus portátiles de última generación a la red
wifi del local. Tenían que acceder a los perfiles de Alberto en las redes
sociales para poder examinar cuidadosamente la información disponible. Y allí
estaba lo que buscaban: el galán posaba junto a una tal Gina, una chica de
aspecto fresco y natural, sin maquillaje, vestida de cualquier manera e
insultantemente joven. Lo peor es que él le dedicaba una mirada que ellas jamás
le habían visto en los ojos.
Escocía,
era terrible para sus egos, pero también era la ocasión que estaban esperando
para vengarse: por una vez él parecía verdaderamente enamorado…
Julia
C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si tienes algo que decir no te lo calles. Este es un sitio para compartir :)