¡Qué desastre, pura calamidad! No
puedo soportar ver mi cocina tan sucia, yo que siempre me esmero por tenerla reluciente.
No entiendo, ¿por qué está volcada la olla y derramada la crema de calabaza por
toda la encimera? ¿Acaso alguien ha entrado a robar y, de paso, ha cometido
este atroz acto de vandalismo? Era una receta nueva, y debo decir que olía de
maravilla. No sé qué les pondré ahora de primer plato a mis invitados, les
había prometido una cena temática de otoño: mazorcas de maíz asadas, paté de castañas,
dulce de membrillo, bizcocho con nueces, boletus salteados… ¡Y la crema de
calabaza!
¿Falta mucho para que lleguen? No sé
qué hora es, no alcanzo a ver el reloj. Es raro, quisiera acercarme para
comprobar si aún tengo tiempo de preparar otra cosa pero estoy paralizada, no
puedo moverme. Una gota caliente y espesa acaba de caer sobre mi frente…
¡válgame Dios, estoy tendida en el suelo! No sé cómo he llegado hasta aquí,
quizás sufrí un mareo y yo misma volqué la olla al desvanecerme. Puede ser,
pero yo no he sufrido mareos jamás desde que tuve los embarazos. Y no, no puedo
estar embarazada de nuevo a mis setenta años. ¿Entonces?
El tobillo derecho me arde, es como
si mil hormigas de patas incandescentes me lo recorrieran en una carrera
frenética, y van ganando terreno pierna arriba. No me siento muy lúcida, pero
la sensación me es familiar. ¡Ah, sí, me pasó lo mismo cuando aquella vez me
picó una araña en el caserón de tía Anselma! Buf, ya hace tiempo de aquello,
pero aún me acuerdo. Tendría unos doce años y mis padres tuvieron que llevarme
a urgencias deprisa y corriendo: resultó que era alérgica a su veneno. ¡El
maldito bicho traicionero me picó durante la noche y por poco me muero! Dijo el
médico que me había sensibilizado y que tuviera mucho cuidado, porque de haber
una segunda vez, los resultados podrían ser nefastos. ¡Pues sí que estamos
buenos! Creo que justamente ésta es la segunda vez. Estaba tan absorta
preparando la cena que ni he sentido el picotazo.
Mis invitados deben estar a punto de
llegar, pero no creo que yo tenga ya ninguna oportunidad: me cuesta tanto
respirar y noto tan acelerado el latido de mi corazón...
Lo que más siento, aparte de no poder probar la crema de calabaza y de que mi cocina esté manga por hombro, es que va a
resultar sumamente desagradable para ellos encontrar un muerto en la cocina. En
fin, son cosas que pasan.
Julia C.
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