jueves, 18 de enero de 2018

Una sincera disculpa



Yo de pequeña era torpe, así de claro. No tenía esa percepción sobre mí misma, desde luego, pero a juzgar por los muchos episodios que protagonicé, inexplicables para mí, y las prevenciones que tenían mis padres conmigo, debía de ser algo obvio. Por aquel entonces me molestaba mucho que me lo hicieran notar pero, pasado el tiempo y con una visión adulta en perspectiva, no me ha quedado otra que rendirme a la evidencia. 

Creo que he mejorado bastante (aunque no es que ahora tenga la gracilidad de una bailarina de ballet) pero igualmente he cometido una gran torpeza con todos vosotros. Ha sido algo así como uno de aquellos tropezones infantiles que me caracterizaban pero en virtual y se me ha venido a la cabeza una frase que a veces me decía mi padre a las puertas de un comercio pequeño abarrotado de mercancía: “Julita, tú no entres ahí que lo tiras todo”. Pues eso, lo del elefante y la cacharrería versión blog.



La cuestión es que recientemente, a la vuelta de las vacaciones de Navidad, además de lucir mi cambio de look bloguero, he desactivado los comentarios sin previo aviso y sin explicación alguna. Como yo llevaba tiempo dándole vueltas al tema me ha parecido la culminación lógica de mi “proceso pensativo”, pero los demás os habéis encontrado con la puerta en las narices de sopetón. Las cosas no se hacen así, no señor, y os debo una disculpa. 

Hago aquí un inciso para decir que habéis sido mucho más listos que yo y que todos habéis comentado igualmente de una forma u otra. ¡Bien por vosotros y mal por mí! Eso es lo que yo llamo “crecerse ante la adversidad”, ji, ji. Os habéis valido de mails, mensajes de hangout o Facebook, el perfil de google o simplemente el atajo de compartir el texto y comentar en vuestra propia publicación. Muchos me avisabais del “problema” para que lo solucionara y otros tantos comentabais tan campantes, como si nada, pero por otras vías diferentes. ¡No me queda más remedio que quereros! 

El caso es que últimamente ando muy mal de tiempo por motivos personales y familiares, tanto que si quiero “cumplir” con todo el mundo como solía y como a mí me gusta hacer, ya no tengo casi ni ocasión para escribir mis propias cosas. Las musas están ahí, con su incesante parloteo, pero yo no puedo prestarles atención porque estoy ocupada leyendo otros blogs y todo lo que ello conlleva. Es triste, la verdad, así que barajando opciones pensé que si desactivaba los comentarios se me aligeraría el trabajo y por tanto ganaría tiempo. Tonta de mí no contar con vuestro ingenio y vuestra fidelidad. Lo repito, os estoy  muy agradecida y habéis conseguido alborozar mi corazoncito de bloguera. Tengo una suerte que no me la merezco con teneros “ahí”. 

En fin, que aquí estoy, con ganas pero sin tiempo: un gran dilema. Ya lo resolveré pero eso sí, los comentarios se quedan activados para siempre jamás.

Un beso enorme a todos y mil gracias de nuevo.

Julia C.

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